Nos vamos de vacaciones, pero seguimos aprendiendo.
Después de unos meses muy
difíciles para niños y sobre todo familias, en los cuales hemos tenido que
hacer frente a situaciones estresantes y límites, alcanzamos el final del curso
escolar. Quien más, quien menos, ha tenido que enfrentarse a situaciones
complicadas en el terreno laboral, ha tenido que trabajar desde casa con el
añadido de tener que estar cuidando a sus pequeños y ha sufrido por la salud de
sus seres queridos.
Todo lo anterior no es ajeno a
los niños. Ellos también se han visto afectados a nivel emocional, afectivo,
físico y/o mental. Debido al confinamiento hemos tenido que permanecer en casa
con una restricción de movimiento importante, al principio drástico y ahora más
relajado. Para los niños suele ser un drama, el movimiento es vida.
Para el desarrollo madurativo del
sistema nervioso necesitamos del movimiento. Existen numerosas investigaciones
que nos arrojan resultados sobre el beneficio que nos aporta el deporte para
muchas de nuestras funciones biológicas. Recientemente y gracias a los avances
en neuroeducación, conocemos resultados sobre como el deporte y el movimiento
influyen positivamente en ámbitos como el académico y en la salud emocional de
los niños, entre otros. El movimiento es necesario para configurar el cableado
cerebral y el desarrollo sensorial (táctil, auditivo y visual). De la cantidad
y la calidad de la interacción de los niños con su entorno va a depender su
desarrollo.
La situación de confinamiento ha
provocado una mayor carga de estrés y ansiedad en los niños debido a que
nuestro cerebro está programado biológicamente para movernos y aprender a
través de nuestros sentidos en el colegio, parque, barrio con otras personas.
Como es de suponer los problemas han sido mayores en hogares más reducidos.
Por otro lado, el uso de
dispositivos electrónicos ha aumentado. Estas limitaciones en el movimiento, en
algunos casos, se han tenido que suplir con mayores tiempos frente a las
pantallas, que, aunque no son perjudiciales, el uso prolongado si puede generar
problemas a nivel social, emocional, sueño, etc.
Con el final de las clases y si
el COVID-19 nos lo permite, siguiendo las recomendaciones sanitarias, es el
momento ideal para que los niños salgan, hagan deporte y se muevan. Esto les
enseñará a trabajar en equipo, a comunicarse, aprender jugando con otros niños
y la adquisición de valores sociales como el compañerismo, empatía, etc.
Con el juego también aprenden a
desarrollar habilidades para el pensamiento creativo, exploran con su
imaginación situaciones que de otra manera les sería difícil realizar. El juego
permite a los niños crear un lugar seguro para expresar sus pensamientos y
emociones.
Es necesario, también, las
salidas a la naturaleza, sacar a los niños de su zona de confort y que conozcan
cosas nuevas. Desarrollarán nuevas habilidades e intereses interactuando con situaciones
que nunca antes han probado.
Disfrutad, jugad con ellos, reíd,
salid a la naturaleza, enseñadles cosas nuevas y seguro que será un verano
inolvidable para ellos, además de favorecer el desarrollo de una manera
divertida.